Están por todas partes. En las redes sociales, en los embalajes, en las vallas publicitarias, saltando en los anuncios.... Para comprender porque se habla tanto de infografías, primero debemos entender qué es una infografía.
Si buscamos el término en inglés, veremos que nos sale relacionado con “Information graphics “. La infografía, de hecho, no es mas que una imagen visual que nos aporta información. Es una imagen o un gráfico que puede explicarnos conceptos o ideas de una manera intuitiva sin necesidad de leer textos. El concepto a explicar puede ser tan elaborado como queramos y ahí radica, de hecho, la dificultad de realizar una buena infografía: que aporte mucha información del modo más simple.
¿Por qué son tan importantes?
- Las imágenes son más simples e intuitivas.
Nuestro cerebro comprende mejor las imágenes que el texto. El 90% de la información que llega a nuestro cerebro es visual (ver fuente). Lo que significa que nuestro cerebro está mucho más preparado para captar y comprender imágenes que cualquier otro tipo de información. Por eso, el cerebro tarda más en leer un texto que en interpretar una imagen. - Las imágenes reclaman nuestra atención.
Cuando encontramos una imagen o un símbolo, se activa nuestra curiosidad de una manera inconsciente y tratamos de descifrarla sin necesidad de activar nuestra parte consciente. En cambio, cuando nos hallamos delante de un bloque de texto, nos resistimos a leerlo y buscamos pistas para adivinar si el contenido puede interesarnos antes de leerlo. - Las imágenes forman parte de nuestra memoria.
La memoria esta compuesta eminentemente por estímulos recibidos por nuestros sentidos (imágenes, sonidos y sensaciones) y experiencia. Si queremos memorizar una idea escrita, primero debemos entenderla y luego visualizarla, probablemente en imágenes. Por eso, para memorizar un concepto nos ahorramos todos esos pasos si partimos directamente de una imagen.
¿Por qué ahora?
En realidad las infografías se han utilizado siempre. Si pensamos en las pinturas rupestres, vemos que no dejan de ser representaciones gráficas que comunican conceptos complejos. No obstante, la precisión que posee el lenguaje a la hora de comunicar ideas complejas, con el tiempo las fue relegando a un segundo plano. Pero ahora, gracias a las mediciones y al conocimiento de cómo funciona el cerebro, sabemos la gran fuerza que poseen las imágenes y sabemos cómo hacerlas más eficaces.
Antes de nada, el contenido
Una infografía en sí misma no comunica nada si no hay un buen contenido detrás. De hecho, si queremos hacer una buena infografía, lo primero que tenemos que hacer es preparar concienzudamente el contenido. Y ésta es, en realidad, la parte más difícil de todas: saber qué queremos comunicar, buscar la coherencia y la fiabilidad de los datos.
Si ya tengo el contenido, ¿cómo puedo realizar una buena infografía?
Ahora tenemos que aplicar los preceptos de todo buen diseño: cuidar la imagen, buscar la simplicidad en los colores y utilizar los mínimos elementos posibles. Los pictogramas e ilustraciones tienen que tener coherencia entre sí. Debemos procurar que la infografía tenga una lectura lineal, que posea una narrativa clara que oriente al "usuario/lector" hacia una dirección. Una vez hecho ésto, tendremos la matriz de nuestra infografía, y ya solo nos queda adaptarla a distintos formatos para que sean fácilmente compartibles en las redes sociales o en otros canales que puedan interesarnos.